jueves, 23 de julio de 2015

El perro escritor - Sergio Gaut vel Hartman


Oxímoro Martínez nunca le había prestado atención a la meada de su perro. Por eso, cuando Balzac, un bello labrador dorado, dejó un reguero de orina sobre la alfombra de Bukhara que le había regalado la tía Angélica, su primera intención fue tomar la AK-47 que se había traído de Irak y coser a tiros al desgraciado. Pero por fortuna se detuvo a tiempo. La forma adoptada por el líquido, una serie de trazos coherentes que parecían letras, hablaba a las claras de que Balzac estaba tratando de comunicar un mensaje.
—Perrito loco —dijo Oxímoro acariciando al can, ya que a pesar del arranque cinocida experimentado unos minutos atrás amaba a Balzac—. ¿Se puede saber por qué measte mi alfombra de Bukhara?
El perro meó lo siguiente: "Es mi modo de expresarme".
Anonadado por la intempestiva revelación, Oxímoro miró a su perro, miró la alfombra, volvió a mirar a Balzac y una vez más, la alfombra. La haré corta: Oxímoro tardó solo dos minutos en descubrir que los textos de Blazac eran literatura, y de la mejor. Redactaba párrafos como este: "Cuando anocheció, el hombre se puso en cuclillas junto al camino, se preparó una cena frugal y escuchó el crepitar de las llamas mientras se llevaba la comida a la boca y masticaba con aire pensativo".
—¡Genial! ¿Podrías encarar cosas más extensas? —dijo Oxímoro.
El perro escribió: "¡Por supuesto! ¿Una novela, tal vez?".
—¡Una novela! ¡Estupendo! El primer best seller escrito por un perro. —Oxímoro se frotó las manos, le brillaron los ojos y dio un salto de bailarín clásico, golpeando los talones antes de caer.
Balzac, haciendo honor a su nombre, escribió la novela en tres meses. Oxímoro tuvo que invertir en la aventura, ya que le costó un par de miles en cerveza… porque cerveza y no agua era lo que tomaba Balzac para estimular su vejiga y su, digamos, "estilográfica". En opinión de Oxímoro, la novela era maravillosa y se deleitó leyéndola. Tal fue su entusiasmo que hizo lo imposible para entrevistarse con el editor más importante de la ciudad con el objeto de ofrecerle la obra de Balzac. Y su empeño rindió frutos, ya que fue citado por Erasmo Bibliotek para que concurriera al trigésimo piso de la Torre Universum, emplazamiento de la editorial de los best sellers más afamados. Abreviaré la narración omitiendo los prolegómenos del encuentro y pasaré directamente al diálogo que Erasmo y Oxímoro, este acompañado por Balzac, mantuvieron en el despacho del primero.
—¿O sea que usted sostiene que este manuscrito —tocó el manuscrito con un dedo— ha sido escrito por el perro aquí presente?
—Es lo que él escribió usando su... meada, con perdón. Yo me limité a transcribir el texto.
—Ahá. El perro mea y usted transcribe.
—Exacto —aseguró Oxímoro. Y antes de que Erasmo pudiera reaccionar, Balzac comenzó su demostración.
—¡Pare! ¡Deténgase! ¡Stop! —Exclamó Erasmo, y al borde del colapso, exclamó—. ¡Mi alfombra de Bukhara!
—Arruinó la mía —dijo Oxímoro—. Todo sea por la literatura, ¿no? Lea lo que meó, quiero decir, lo que escribió.
Erasmo Bibliotek leyó, y no pudo negar que Balzac había escrito un párrafo coherente y legible.
Esto decía: "Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles".
—¿Qué le parece? ¿No es maravilloso?
Ahogándose, pero incapaz de morir sin antes poner en claro la situación, Erasmo respondió.
—Es... maravilloso... en espe... en especial, por... por... porque esto ya… ya lo es... escribió Cor... tázar, y... y... la no... nove... vela, es Anna Kare... Karenina, pa… palabra por… por pala… palabra. —Reunió sus últimas fuerzas y gritó a voz en cuello—: ¡su perro es un plagiario!

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