miércoles, 4 de noviembre de 2015

Esquizofrenia - Silvia Milos



—Vine por mi hijo —dijo el hombre con la camisa rota.
—El no está aquí —respondió el guardia.
—¡Cómo que no! ¿Usted tiene idea de todo lo que hice para encontrarlo?
—No, pero tengo un par de horas hasta que llegue el próximo, puede contarme.
—Muy bien, tal vez así, me ayude.
Y comenzó su historia:
Apenas enterramos a Carlos, quedé solo. Muy triste y deprimido, durmiendo días enteros tirado al lado de su tumba. Poco a poco esa tristeza se convirtió en odio, en rabia. Una noche, mientras fumaba un cigarro apoyado en la lápida, algo me iluminó. Usted puede decir que estoy loco, que podría ser un farol, o las luces de un auto por la ruta, pero esa luz se hizo un punto fijo hasta que cegó mis ojos y habló.
Me dijo que era Carlos, sí, escuché bien, dijo: "tu hijo". Y que si quería, podía volverlo a la vida.
En ese momento hubiera hecho cualquier cosa por tenerlo, no fue justo morir a los dieciséis. Lo pensé, intenté sacar esa idea de mi cabeza, pero hice cosas obsesivas, me peinaba siete veces, me arrancaba siete pelos, caminaba siete pasos, tomaba siete cervezas.
En fin, ¿qué es justo en este mundo, o en el otro?
El asunto era que tenía que matar a siete personas. Y lo hice. Empecé al día siguiente, acuchillé al primero que se me cruzó en el camino. Al segundo lo matamos con unos vagos, ellos eran tres. Hicimos lo mismo con un tercero, un pobre diablo. Lo pisamos con el auto, una y otra vez: tenía que asegurarme de que estuviera muerto. Faltaban cuatro, ni dudé. Cuando se durmieron les cercené la garganta, uno por uno. Su sangre olía a licor.
Ahora era más fácil, tenía que conseguir llegar a siete. El tiempo se acababa, y la solución estaba ahí ¿Cómo no me había dado cuenta?
Entonces, apoyé la pistola en mi pecho, y aquí estoy.
El guardia lo miró de arriba abajo, notó la pesada mancha de sangre pegoteada bajo la tela y se rió.
—Su hijo no está aquí. Él murió por accidente. Este No-Cielo es para los miserables.

Acerca de la autora:  
Silvia Milos

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